El Real Madrid encara la visita de un Levante que acaba de abandonar la zona de descenso de la liga española, con la obligación de mejorar su preocupante imagen, poner fin a la crisis de resultados que protagoniza en 2015 y recuperar la autoestima antes de encarar un duelo decisivo como el clásico ante Barcelona en Camp Nou.
La imagen dejada ante el Schalke 04 para firmar el pase más sufrido de los últimos años a cuartos de final de Liga de Campeones, terminó de provocar la pérdida de paciencia de los aficionados del Santiago Bernabéu.
Recupera Carlo Ancelotti jugadores claves en su columna vertebral como Sergio Ramos en el centro de la defensa y Luka Modric en la medular. Sus lesiones han pasado factura.
El croata tuvo media hora en Liga de Campeones y será titular con la idea de que juegue una hora para ganar ritmo de cara al Camp Nou. También habrá cambio en la portería, aunque Iker Casillas es el elegido para el Clásico.
Asoma una nueva oportunidad para el costarricense Keylor Navas en su partido más especial, ante un Levante donde relanzó su nombre y se ganó el fichaje por el Real Madrid. El cambio protegerá también a Casillas de los silbidos de su propia afición, señalado como Gareth Bale en la derrota ante el Schalke (3-4) con tres fallos en los goles. El galés sin embargo se perfila titular con un cambio, debe dar mayor aportación defensiva.
Ancelotti tenía en mente un descanso para un jugador fatigado como el alemán Toni Kroos. Tras el bajo rendimiento del alemán Sami Khedira en su regreso tras lesión, el brasileño Lucas Silva es quien más opciones tiene de comenzar el partido y sentir lo que es jugar con Modric, un futbolista que dará al juego del Real Madrid la calidad en la velocidad que desea su técnico.
Es muy posible que las razones de Ancelotti sean puras, pero el entorno ya no lo es. El mismo presidente que trata con tibieza a Casillas denunció el pasado jueves un complot periodístico contra Bale. Lo escucharon los 450 millones de madridistas que hay en el mundo y es fácil que el mensaje le llegara también al entrenador del equipo. Si tenía la intención de dar descanso al galés, habrá pospuesto la idea para mejor ocasión.
Con Casillas ocurre algo parecido, o quizá peor, porque desde hace años le envuelve el ruido. De tanto invocar sus errores, Iker ha acabado por fallar. Poco le importa a sus críticos que lo haya hecho en una eliminatoria solventada finalmente o después de ganar cinco Ligas y tres Champions, la última el pasado mayo. Quién sabe: tal vez el entrenador pretenda proteger a su capitán, y al equipo entero, de los pitos de un sector del Bernabéu. Tiene razón Florentino cuando piensa que los enemigos acechan. Sólo equivoca las caras.
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